El consumo consciente y transformador no versa sobre los dogmas y pecados del “buen consumo”, más bien surge de las ganas de explorar otras formas de consumir y vivir que nos permitan sentirnos más coherentes y satisfechos; eso nos da alegría y bienestar. Disfrutamos de esos pequeños grandes regalos de andar por casa del consumidor consciente, como el día que descubres ese zapatero en tu barrio que te deja como nuevos los zapatos que ibas a tirar. Sentimos el consumo consciente como un acto creativo (para buscar y crear alternativas) y de satisfacción (valores y actos se acompasan y te hacen sentir que avanzas). En definitiva perseguimos sentir la vida más plena: oler el tiempo, saborear lo sencillo, tocar los amigos, olvidar necesidades, moldear inquietudes, escuchar seres vivos, conocer al vecino y a uno mismo… salir antes del trabajo para ir a pasear con los hijos.
Para nosotros no se trata de ver si somos culpables o víctimas de nuestro consumo, y menos de hacérselo sentir a los demás. Se trata de que más allá que consumidores nos sintamos actores con poder de transformación.
¿A cuestas con el consumo consciente?
¿Quién no se ha planteado alguna vez que esto del consumo consciente es un lío de mucho cuidado, o una pijada, o que lo que yo consuma no depende de mí? En Bikonsulting también, hagamos el sano ejercicio de compartir penas y también ALEGRIAS.
Llevamos ya unos cuantos años enfrascados en esto que ahora nos gusta llamar Consumo Consciente y Transformador. Con el tiempo se nos van haciendo visibles dificultades y posibilidades, reflexionamos sobre límites y objetivos, consolidamos avances… haciendo así camino al andar. Alguna idea tenemos clara, como por ejemplo que  el consumo consciente y transformador va bastante más allá del simple hecho de consumir: nos habla de la salud, de las relaciones, del tiempo, de la coherencia, de la dignidad, de los valores, de la forma de vivir, de liberarse de hábitos que estorban…
¿QUIÉN NO SE HA PLANTEADO ALGUNA VEZ…?
No puedo estar replanteándome cada cosa que hago, ¡no podría hacer nada más!
Suena el despertador, una ducha, café con leche, una tostada con mermelada, cojo el coche… Cierto, el consumo está en todo. ¡Precisamente por esto podemos dar pasos casi en cualquier espacio de nuestro día a día y sentir que avanzamos! A mí me gusta comer. He empezado a ir al mercado del barrio los sábados por la mañana y a comprar productos de temporada, paso más de las croquetas congeladas y los paquetes de salchichas de diversos sabores, y me he aficionado a las verduras y el potaje.
Lo que yo consumo no depende de mí
La libertad de elección del consumidor es un mito poco inocente, pero incluso siendo consciente de todo esto hay muchas cosas que podemos hacer. Precisamente porque me siento mucho más que un consumidor tengo ganas de salirme de la rueda y participar en esto de la transformación. Si voy en transporte público voy veinte minutos apretado en el metro pero voy leyendo en el rato de tren, me ahorro el mal humor que inevitablemente me causan el atasco mañanero y el aparcar , suelo tardar menos y me sale más barato. Ah, y de paso contamino menos, consumo menos energía, hago la ciudad más habitable… Y es que quizás, más que lamentarnos de lo que no podemos hacer, podemos buscar lo que sí podemos hacer y apreciar las puertas que esto nos abre.
Ser responsable es muy caro, de hecho a veces es una “pijada”
Y es que el consumo consciente no pretende crear otro nicho más en el mercado global (“el mercado elitista del consumo responsable”) sino crear unos cuantos nichos menos. Si tomas una actitud de consumo consciente y te sale más caro es que quizás te limitas a sustituir productos “irresponsables” por productos “responsables”; en este caso tienes aún muchas posibilidades por recorrer. Algunas opciones conscientes son efectivamente más caras, pero entre que puedes prescindir de muchas cosas superfluas, que aprenderás a usar menos de otras, y que algunas opciones conscientes son más baratas que las convencionales, te saldrá más barato globalmente.
¿De qué sirve lo que yo hago si veo que los demás siguen igual?
Pensar en evitar todos los efectos ajenos y alejados de nuestro consumo se nos hace grande a todos, pero el punto de partida puede ser evaluar los aspectos cercanos que sí conoces, empezando y principalmente por ver qué te aportan a tí mismo las opciones de consumo consciente. Comer menos carne es más sano y más barato. Y además es más sostenible y justo.
Mirando con cierta perspectiva veo que lo que realmente es bueno para mí lo es para mi sociedad y también para el planeta. Y, después de todo, actuar de una forma que me parece mejor para todos me hace sentir bien, al margen de que consigamos o no cambiar el mundo.
Parezco un tiquismiquis, generando sentimiento de culpa en mí y a mi alrededor.
No queremos juzgar a nadie, ni que los demás tomen nuestras opciones.  Cada uno tiene que encontrar su  camino y su momento, sin purismos morales. No se trata de hacer “lo más responsable” sino de tomar cada uno las riendas de nuestros actos, apropiarnos de nuestra voz.
Fotografía: www.munitario.com
Texto: Rakel García
Consultora por el Bien Común, M. Ambiente y RSC.