¿Quién y por qué alguien se puede negar a hacer un balance socio-medioambiental de su organización? Es una pregunta que me hago últimamente de manera retórica.
Si el balance socio-ambiental implica conocer en detalle la forma en la que son tratados los diferentes actores implicados en una organización, empresa, ayuntamiento, partido político, asociación, etc., es difícil entender que nadie se niegue a realizarlo.
Si tomamos como ejemplo la Matriz del Bien Común, herramienta de la Economía del Bien Común que trabajamos en BIKOnsulting, podemos ver que se cruzan por un lado valores como la dignidad humana, la solidaridad, la justicia social, la sostenibilidad ecológica, la transparencia y la participación democrática, con grupos de interés o como decía, actores implicados como proveedores, financiadores, empleados, propietarios, clientes, productos, servicios, colaboradores, regiones, generaciones futuras, personas, etc.
¿Quién y por qué alguien puede negarse a valorar numéricamente lo social y lo medioambiental y más si nos sirve para obtener la forma de mejorar las cosas? Solo se me ocurre una respuesta: El que lo está haciendo muy mal y sin importarle, con ello consigue réditos económicos. Es decir, quien tiene como única meta el beneficio económico.
Intento empatizar con esas personas y las imagino fuera de sus responsabilidades laborales como padres y/o madres de familia, adorando a sus hijas/os, cuidando a su perro, respetando a sus amigos, siendo educados en su relación con sus vecinos y me cuesta mucho entender que cuando traspasen la puerta de su organización y se pongan “el traje de faena” se vuelvan calculadores y exijan a sus comerciales metas inalcanzables, sin escrúpulos al entender que los suministros que han comprado en China pueden estar realizados por niños/as o por mujeres explotadas, sin empatizar con sus empleados/as a la hora de decidir sobre los días que puedan disfrutar de sus vacaciones, ni con sus proveedores exprimiéndolos y sin pensar en que ellos también tienen que “vivir”. En estos casos solo hay un grupo de interés que suele ser tenido en cuenta por este tipo de personas, los clientes. No seré yo quien diga que no se debe tener en cuenta a los clientes, lo que sucede es que en casos como el anterior la “cortedad de miras” hace que se encare al cliente con mirada miope. Se trabaja “para y por” el cliente y se olvida trabajar “con” el cliente.
De igual forma se trabaja “con” el proveedor y no “para y por” el proveedor. Se trabaja “con” el trabajador y no “para y por” el trabajador. Si analizamos la administración la cosa empeora. Se debería de trabajar “para”, “por” y “con” el ciudadano y se trabaja para el partido. En algunas ocasiones se trabaja “para” y “por” el ciudadano/a pero no “con” el ciudadano/a. Solo se trabaja “con” el ciudadano/a cada cuatro años.
No me olvidaré de los empresarios y políticos que trabajan “para”, “por” y “con” ellos, pero si me meto en ese tema tendríamos para “Rato”, que no es una preposición sino un apellido.
Algo estamos haciendo mal…

Javier Goikoetxea
Consultor EBC – Economía del Bien Común.